Retomando cronológicamente el relato, nos encontramos en el
año 1955.
Luego de la muerte de
Eva Duarte, el gobierno de Perón continúa hasta que el 16 de septiembre de 1955
es derrocado por un ataque conjunto de la marina, el ejército y la fuerza aérea.
Esta dictadura recibió el nombre de Revolución Libertadora.
En el mes de
Noviembre del mismo año se da por comienzo a lo que se denomina la “operación traslado”
que es llevada a cabo por el teniente coronel Carlos Eugenio Moori- Koenig, el
mayor Arandía, los capitanes Lupano, Aleman y Gotten, con 20 personas vestidas
de civil que se presentaron esa noche en
la CGT adelante del interventor, capitán de navío Laplacette. El objetivo era
retirar el cadáver de Evita y cumplir con la orden que impartió el presidente
de facto Aramburu, la cual era llevarlo al cementerio de la Chacarita y
enterrarlo en el nicho 275 de la sección B. Pero los encargados de la operación
decidieron desobedecer las órdenes.
Moori-
Koenig sometió al cuerpo a insólitos paseos por la ciudad de Buenos Aires. Con una
furgoneta perteneciente a una florería intentó depositarlo en varios cuarteles
del ejército donde lo rechazaron. El camión con su carga secreta fue visto en
varias esquinas porteñas. A pesar del hermetismo de la operación, la
resistencia peronista hacía sentir de cerca la pista del cadáver. Prendían velas y dejaban flores en cada lugar donde se había estacionado el
camión.
Moori-
Koenig era alcohólico y había guardado el cadáver en un armario de la secretaria
de informaciones y lo exhibía a sus
amigos los fines de semana. Se realizaban reuniones donde sucedían los
vejámenes más desagradables e
impensados al cuerpo de una mujer
de tamaña dimensión para nuestro país.
En la casa
de la avenida Gral. Paz 542 vivía el mayor Arandía, a quien la paranoia no lo
dejaba dormir. Una noche creyendo que se trataba de un comando peronista que venía
a rescatar a su abanderada, tomo su pistola reglamentaria y vació el cargador.
Apuntó a un bulto que se movía en la oscuridad, era su mujer, Elvira Herrera,
embarazada de 8 meses, quien cayó muerta en el acto.
La noche
final de los designados por el presidente fue cuando en las tertulias que
manoseaban el cadáver, una desprevenida visitante quien era la futura cineasta
Maria Luisa Bemberg, espantada por el desparpajo corrió a comentarle al mejor
amigo de su familia, el Jefe de la Casa Militar, el capitán Manrique, y él
mismo en persona se lo comentó al presidente de la nación, el general Aramburu.
Tras este
peregrinaje cargado de aberraciones y circunstancias cuasi mafiosas, al
enterarse el propio presidente de que no habían cumplido con su orden, son
apartados los antes nombrados de la custodia del cadáver. Y nombran en
reemplazo al coronel Héctor Cabanillas para dirigir la operación. Este le
propone al presidente sacar el cadáver del país.
Se contactan
con Rotger, que era el capellán confesor de regimiento de granaderos a caballo,
con el padre Giovanni Penco. Se reúnen con un emisario de la santa sede.
Los pasos que
siguen en la operación son los siguientes: dejan el cuerpo de Evita en el cine
“Rialto” de Córdoba y La Valleja, en Capital Federal, escondiéndolo detrás de
la pantalla de la sala. Permaneció por dos noches hasta su partida a Milán. Se embarca el féretro en el vapor
Contebiancamano con destino a Génova, bajo el nombre falso de “María Maggi de
Magistris”, nacida en Dálmine, Bérgamo, Italia, fallecida en un accidente de
autos en Rosario en 1951. Acompañada por
el Oficial Díaz quien se hizo pasar por “Giorgio Magistris” el viudo de María,
y con el oficial Sorolla. La
documentación y pasaportes necesarios fueron robados del consulado italiano.
El barco con
destino a Italia partió el 23 de abril de 1957 a las 16 horas. Pasó por Santos,
Rio de Janeiro, y Cartagena, España. Al llegar a Génova, los servicios de
inteligencia argentinos se llevaron un gran susto. Los muelles estaban repletos
de gente exultante y pensaron que se había filtrado información y que toda esa
gente estaba para saludar nuevamente a Evita como hacía 9 años atrás. Pero en
realidad estaban allí para recibir las partituras del recientemente fallecido
compositor Arturo Toscanini, que venían en su mismo barco. El padre Giovanni
Penco guió con los servicios de inteligencia el cuerpo de Evita al Cementerio
mayor de Milán y lograron su objetivo, el cuerpo quedó en Italia.
El 13 de
mayo de 1957 Evita recibía al fin cristiana sepultura en el Cementerio de
Milán.
Una laica
llamada Giuseppina Airoldi, conocida como “la tia Pina” fue la encargada de
llevarle flores durante 14 años en la tumba 14 del campo 86. Pina nunca supo
que le llevaba flores nada más ni nada menos que a Eva Duarte.
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